Star Wars VII: el gran engaño de Disney

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Nunca me he considerado un warsie radical pero la trilogía original de Star Wars ha sido y es, aún hoy, uno de mis grandes tótems cinematográficos. A esto debo añadir que mi etapa teenager queda bastante lejos ya, por lo que rehúyo de crepúsculos, juegos del hambre y otras historias por el estilo. A pesar de todo, entiendo que Disney haya querido reciclar y relanzar la franquicia dirigiéndola a un nuevo público más joven y más virgen en la materia. Por eso mismo yo me bajo aquí. Estar varios años hablando del episodio VII de Star Wars para acabar haciendo un remake del episodio IV (sí, sí, remake con ínfulas de reboot) protagonizado por rostros de acorde con los cánones “Disney Channel”, a la par que pisoteando mitos, no se ajusta mucho a mi idea de hacer una continuación digna para todos los públicos. Yo me bajo aquí. Star Wars, el despertar de la fuerza es un film excelente técnicamente, y si no entramos a valorar las lagunas de su guión, y su cásting irregular, podemos decir que entretiene. El film tiene un primer acto deslumbrante, un segundo que pone el freno para intentar evocar -aunque fallidamente- a la nostalgia, y un tercero que sucumbe a la falta de ideas y al 'todo vale'. Con ésto es difícil emocionar a las generaciones originales, lo siento.

Uno no puede olvidar sus recuerdos, sus sueños, sus emociones ligadas a la odisea intergaláctica creada en 1977 por su arquitecto George Lucas, para visionar su nuevo episodio casi cuarenta años después. No es posible. O al menos yo no he sabido como hacerlo. Es cierto que Abrams tenía ante sí un marrón de los gordos, una tarea casi imposible, y creo que, a lo que al público más juvenil se refiere, aprueba con nota. Pero yo no formo parte de ese público, este nuevo episodio no está dirigido a mí. Como participante directo del fenómeno Star Wars original, a la saga le exijo entretenimiento, emoción y ante todo respeto a los mitos. No hacía falta hacer encaje de bolillos para meter en la trama a personajes clásicos si su aparición iba a ser meramente testimonial o se les iba a tratar como en un culebrón venezolano cualquiera. Para eso era mejor diseñar una nueva trilogía y dejar en paz a los personajes clásicos. Y aquí no ha pasado nada. No era necesario falsear diciendo que esto iba a ser para todos. Han Solo no merecía aparecer como un pagafantas, como un cualquiera, y morir a manos de un villano mal desarrollado, por muy hijo suyo y de Leia que fuera. De hecho, el film inicia su caída libre a partir del instante en que este pseudoesbirro muestra su rostro de nenaza. Imposible caer en la mueca y la burla. Por no hablar del Líder Supremo Snoke, ese Gollum holográfico reconvertido en una suerte de nuevo emperador Palpatine. Hasta Jabba, los Ewoks y Jar Jar Bink tenían más carisma. 

Yo, como fan de la trilogía original, me bajo aquí. Y que Abrams siga con lo suyo, creando grandes y entretenidos filmes, llenando sus arcas y las de Dinsey a costa de destruir mitos y vender humo y BB-8 a punta pala. Cuando consiga dominar la magia que tanto se le resiste, y sobretodo entender los verdaderos designios de la Fuerza, igual nos reencontramos.